domingo, 18 de marzo de 2007

SHORTBUS. Lo importante es la búsqueda.


Ha sido un fin de semana curioso. Voy a tener que contarlo en varios posts, debido sobre todo a la variedad de experiencias que he vivido. Empezaré por la última. He ido a ver al Cine Albéniz con mi colega Lucas y su encantadora novia Bea el film Shortbus.

Es una película dirigida por John Cameron Mitchell, el director de la obra de culto Hedwig and the Angry Inch, que no puede dejar indiferente a nadie. Por muy abierto que me considere, debo confesar que me impactó ver a un tipo intentar practicarse una autofelación, eyacularse en la cara y ponerse a llorar después, o ver a tres tipos darse placer bucogenital mientras cantan (alguno atragantado) el himno estadounidense, o encontrarle poesía a la escena de desfloración anal de uno de los protagonistas a manos de su vecino voyeur.

Y es que se agradece la sinceridad y la crudeza de la narración de Cameron, que nos presenta un idílico club neoyorquino de disfrute y goce sensorial donde todo el mundo se lo monta alegremente con todo el mundo en continuo carrusel bacanal (o back-anal), a través de un prisma surrealista pero cargado de realismo. Así nos sentimos identificados con Sofía, una sexóloga que no ha tenido nunca un orgasmo y que hace años que simula placer con su marido Rob. O con Severin, una dominadora que no acepta su verdadero nombre (Jennifer...Aniston) muy necesitada de una auténtica relación amorosa, que se presta a ayudarla. Otros personajes con los que empatizar vía pantalla son James y su compañero Jamie, que piensan en incluir a un tercero, Ceth en su relación sexual, pero Jamie no acaba de decidirse.

Shortbus es una película profunda y rica, llena de matices y con momentos geniales como el último número musical, una película que reniega del peligroso dominio de Nueva York como plató y escenario para centrarse en la historia y en sus personajes, donde la alabanza a la líbido y la fornicación es sólo la excusa para presentarnos a una serie de personajes que vienen arrastrando graves carencias emotivas y que se cruzan en este lugar mítico. Mítico por imposible, un lugar de culto al hedonismo, donde dejar los tabúes en la percha de la entrada para dedicarse al libertinaje más sensual. Una Arcadia del placer, un Camelot de los sentidos, un Eden si arbol de la ciencia.

El artista que crea su obra con las secreciones femeninas, el "club del chichi", el huevo vibrador con mando a distancia, solo son pinceladas críticas simpáticamente maliciosas, fronda entre la que surge para mí el gran mensaje. Lo importante es la búsqueda, no cejes en el empeño y no te dejes engañar por las falsas apariencias. Los caminos hacia la felicidad son inescrutables.

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