viernes, 6 de abril de 2007

EN ESTOS DÍAS DE IDOLATRÍA. Delirios al borde del agotamiento.

En estos días de idolatría en los que los crédulos gritan piropos y elevan, bajo la lluvia y a pulso, pesadas figuras de maderas nobles de cuidado tallado, me da por reflexionar. O por delirar, que viene a ser lo mismo, por suerte o por desgracia.

Si todo ese esfuerzo se usase en otras lides, seguramente aumentaría la productividad, pero ¿Sería la gente más feliz? Hay personas que se pasan todo el año soñando con el día en que se pondrán el burka para pasear a un enorme muñeco por su amada ciudad. Son tan de respetar como los habitantes de la polis de Delos, que se arrodillaban frente al falo de la foto superior, en el templo dedicado a Dionisos...

Hoy he participado en uno de estos actos tan necesitados por el pueblo para seguir siéndolo, uno de esos momentos de catársis, con doscientas personas a mis pies. Y yo, como el águila romana, les contemplaba avizor desde el templo de Pilatos. Mientras, me comía una naranja que los de producción de El Paso habían colocado en una cesta junto a la tarima de madera que hacía las veces de mi trono. Esperaba mis momentos. El encuentro con Fabio, la charla con mi atribulada esposa Claudia Prócula, el Ecce Homo...

Las nubes se deslizaban, como un manto de tiempo, calando mi carne con su frialdad. En un segundo, en un momento de claridad en el horizonte, quizás mordiendo un gajo de aquella naranja templada por un sol de antaño, tuve un segundo de lucidez. Solo está el ser humano. ¡Cuanta falta nos hacen los totems!

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