lunes, 25 de junio de 2007

LA PERRA QUE HABLABA CON LOS DELFINES.


Ayer la excursión fue muy bonita. Nos llevaron primero a comer caballa al horno con mojo verde a Tazacorte, y luego al catamarán con visión submarina, capitaneado por una ex-yugoslava. El barco nos llevó a una cueva donde las paredes brillan como el oro ante la luz, por causa de nosequé microorganismos y sales.


A las afueras de la cueva nos tiramos desde el piso de arriba del barco al agua. Había muchas medusas, pero no nos picaron. Por lo menos a un servidor no. Nos montamos en la banana inflable y nos arrastraron hasta la caída. Fue muy adrenalítico todo, evidentemente. El agua del atlántico era de un azul esmeraldado de una belleza extraterrena. Y la luz creba unos matices místicos. Entendí en ese momento la implantación de tantas sectas new age en estas islas.


Luegos nos fuimos a la búsqueda de los delfines, que aparecieron en grandes grupos y siguieron y adelantaron al barco, saltando a nuestro alrededor como curiosos observadores de vida alienígena. El espectáculo fue precioso.


En el barco había una perra marinera, creo que de nombre Lola, que no paraba de ladrar a los cetáceos a nuestro alrededor y que, de buenas a primeras, se lanzó al agua como si quisiese coger a alguno de los delfines. La perra se perdió entre las olas ante el horror de las féminas embarcadas, que mostarron su miedo mediante gritos y gemidos de distinto nivel.


La perra estaba acostumbrada, por lo visto, y como veinte minutos después de su salto la recogimos del agua, sana y salva, mojada y sonriente de su encuentro en la tercera fase con los habitantes más inteligentes del mundo submarino.

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