jueves, 14 de junio de 2007

UN VERANO EN ESLOVAQUIA. Aventuras viajeras de Jaime Noguera.




Corría el año del señor de 1998. Yo tenía 21 años y me apunté a un campo de trabajo en Banská Stiavinice (Eslovaquia). Toma jeroma. Creo que pagué unas 10.000 pelas. Eso incluía el alojamiento y la manutención durante quince días en este pequeño pueblo de los Montes Tatra.

Me pillé un vuelo a Viena. Aproveché para visitar la ciudad durante tres días, en los que me hice amigo de David, un simpático trabajador de factorías petrolíferas indonesio. Me pareció demasiado limpia y silenciosa. De una perfección exagerada.

Luego crucé la frontera en autobús hasta Bratislava, capital de Eslovaquia. Unos simpáticos guardas se subieron con la metralleta a bordo a sellar los pasaportes. Fue un momento Bond total.

Por la noche llegué al pueblo, en otro bus, y preguntando en ruso llegué a la casa donde pasaría dos semanas currando junto a italianos, dos belgas, un japonés alienígena que no hablaba ningún idioma occidental, unos pocos de eslovacos y dos gabachos.

El trabajo consistió en renovar una casa del siglo XVII y reconstruir la bóveda de un monasterio del siglo XII.

La sensación de placer que daba pegarse una ducha y quitarse la mierda de siglos tras una dura jornada de trabajo era inigualable. Lo más duro fue cambiar las vigas antiguas. Las tirábamos abajo a golpe de bota, y luego teníamos que cargar las nuevas. Esa era la peor parte.

Después de la ducha nos íbamos al pueblo a tomarnos una malenki pivo. Una cerveza, vamos.

¡Cuantas anécdotas de aquellos días! Los baños, en pelota picada, en las antiguas minas a cielo abierto, por la noche, cargados de vodka y buscando a un francés entre las rocas que andaba perdido, con el típico italiano ligón de guitarra y canción de U2 dando la brasa a la luna llena. El descenso a una mina de carbón, con casco y todo. O cuando me confundieron con un kazaco en la taberna local...

Todavía tuve tiempo de visitar un día Bratislava, que me parecio una ciudad coqueta, pequeñita, pero muy bonita.

Uisss, que ñoño me pongo a veces.


No hay comentarios: