Ayer me enteré de que ella se casó. No estabamos hechos el uno para el otro, pero lo pareció durante casi dos años. Fue una relación intensa, para bien y para mal. Su familia era un yugo que me iba raspando el cuello poco a poco mientras se colocaba amablemente sobre mis vértebras. Aquello estaba condenado al desastre. Ella quería una hipoteca, churumbeles y a un tipo al que manipular. No me dejé. Ella me dejó. Pilló a un amigo de sus hermanos más joven que ella a los dos meses de terminar conmigo. Ahora viven juntos. Se casaron este verano. Requiescat in pace.
jueves, 25 de octubre de 2007
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