domingo, 23 de diciembre de 2007

PARA VOSOTROS, CON AMOR Y RABIA.

A tí, conocido, que dedicabas la vida a la juventud, que sentiste el penúltimo estertor la noche de tu cumpleaños, que estabas a punto de casarte tras diez años de noviazgo, que creiste sanar y te fuiste al poco. Recuerdo tu entierro, conocido. No entré en la copada iglesia. No te conocía tanto. Quizá fue por eso.

A tí profesora bailarina de rostro ajado y maquillado. Dijiste que en mi mirada había un brillo especial que ultimamente he recuperado. El padre de tu único hijo volvió a la selva nicaragüense. El hijo que perdiste al morir subitamente. Sentí no despedirme y siento saber que esos brazos que me guiaron como en el Bolshoi yacen ahora descarnados. Creo que nadie te amó como viviste.

A tí, pequeña niña, que jugabas ocultando tu cabeza yerma de rizos rubios. Con tus dos años te fuiste envuelta en dolor. Todavía no entiendo por qué me quedé yo.

A tí, abuelo abandonado en tu infancia, que te curtiste en los riscos y en los montes. Que amaste y maltrataste, que preguntabas en cada encuentro por "la peseta" y reías cada una de mis ocurrencias. Que me llevaste a la tertulia de los viejos, a la fresca, entre las palmeras, junto a la corriente seca. En aquel beso iba mi "adios". Hace poco lloré en tu tumba.

Levanto mi vaso por vosotros, héroes del palpitar.

No hay comentarios: