He visto películas, he dibujado letras con rotrings negros sobre papel de acuarela, he ido a la playa a bañarme y a dormir la siesta, he comido bien, he sentido momentos de felicidad, momentos de agobio, asombro, incredulidad, fé...de todo un poco.
Ayer viví un momento horrendo. La cola para coger el tren de Málaga dirección Fuengirola era de dimensiones épicas. La masa volvía del circo, o de la Feria de Málaga, mejor dicho.
Resignado a hacer el viaje de pie, me coloqué al final de la larga aglomeración lineal. Luego corrí y conseguí un asiento en el vagón de cabeza, el más lejano, claro. Al momento se me colocarón tres chicas al lado, sentadas en derredor.
Creo que tenían problemas auditivos. Además de estar algo piripis. Gritaban sobre una de sus amigas, que estaba enamorada de un primo y que había estado enamorada de un hombre casado.
Leyendo el Men's Health, intentaba taparme un oido con un dedo, lo que me dificultaba la lectura y hacía incómoda mi posición en el asiento.
Todo el mundo hablaba en el vagón, Cada vez el ruido era más irritante. Unas chicas en otro asiento, más adelante ,llevaban un movil de esos con mp3 encendido a toda caña.
El resultado era, la gente hablando sobre las experiencias festivas, las chonis con el hip hop de los veinte duros resonando en todo el vagón, el hilo musical del tren y las otras tres a mi lado pegando chillidos como cerdas degolladas.
Tenía que escapar. tenía que hacer algo.
Vi una ancianita que no había conseguido asiento. La miré desatando la empatía. Sin hablar articulé con mis labios un "quiere sentarse aquí"? Ella asintió, me levanté y ocupó mi lugar.
Las cerdas...uis, perdón, las chicas, con cierto gesto de asombro, la acogieron junto a ellas y, como si fuese la Virgen María en lugar de una vieja desorientada, se callaron temporalmente.
Cada vez aprecio más la grandeza, la hermosura, la belleza incomensurable del silencio.
Ayer viví un momento horrendo. La cola para coger el tren de Málaga dirección Fuengirola era de dimensiones épicas. La masa volvía del circo, o de la Feria de Málaga, mejor dicho.
Resignado a hacer el viaje de pie, me coloqué al final de la larga aglomeración lineal. Luego corrí y conseguí un asiento en el vagón de cabeza, el más lejano, claro. Al momento se me colocarón tres chicas al lado, sentadas en derredor.
Creo que tenían problemas auditivos. Además de estar algo piripis. Gritaban sobre una de sus amigas, que estaba enamorada de un primo y que había estado enamorada de un hombre casado.
Leyendo el Men's Health, intentaba taparme un oido con un dedo, lo que me dificultaba la lectura y hacía incómoda mi posición en el asiento.
Todo el mundo hablaba en el vagón, Cada vez el ruido era más irritante. Unas chicas en otro asiento, más adelante ,llevaban un movil de esos con mp3 encendido a toda caña.
El resultado era, la gente hablando sobre las experiencias festivas, las chonis con el hip hop de los veinte duros resonando en todo el vagón, el hilo musical del tren y las otras tres a mi lado pegando chillidos como cerdas degolladas.
Tenía que escapar. tenía que hacer algo.
Vi una ancianita que no había conseguido asiento. La miré desatando la empatía. Sin hablar articulé con mis labios un "quiere sentarse aquí"? Ella asintió, me levanté y ocupó mi lugar.
Las cerdas...uis, perdón, las chicas, con cierto gesto de asombro, la acogieron junto a ellas y, como si fuese la Virgen María en lugar de una vieja desorientada, se callaron temporalmente.
Cada vez aprecio más la grandeza, la hermosura, la belleza incomensurable del silencio.
1 comentario:
Y aún me preguntan porqué no salgo de casa...
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